Hace unos días saltaba la polémica tras conocerse que varias asociaciones para la defensa de la sanidad pública rechazaban la donación de Amancio Ortega de 320 millones de euros para combatir el cáncer con equipos de alta tecnología.
Entre las razones que esgrimen, está que la sanidad debe financiarse con impuestos y no con limosnas o caridad, que los ricos deben tener una fiscalidad más alta y que los profesionales sanitarios somos los que deberíamos decidir dónde hace falta el dinero.
Desde mi visión de profesional sanitario, quizás destinaría parte de ese dinero a la Atención Primaria donde se puede hacer mucho por la promoción de hábitos de vida saludables que pueden disminuir la incidencia de cáncer, así como cribados y detección precoz. Pero no por ello rechazaría la donación, si no que probablemente sugeriría al donante una redistribución de los millones.