
Entre las razones que esgrimen, está que la sanidad debe financiarse con impuestos y no con limosnas o caridad, que los ricos deben tener una fiscalidad más alta y que los profesionales sanitarios somos los que deberíamos decidir dónde hace falta el dinero.
Desde mi visión de profesional sanitario, quizás destinaría parte de ese dinero a la Atención Primaria donde se puede hacer mucho por la promoción de hábitos de vida saludables que pueden disminuir la incidencia de cáncer, así como cribados y detección precoz. Pero no por ello rechazaría la donación, si no que probablemente sugeriría al donante una redistribución de los millones.